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Carnicería en Eurovisión






Los clasificados han sido también muchos de los predichos esta vez. Ha pasado la canción turca, posiblemente como ganadora de la noche, con un grupo emo-visual que hará las delicias de las lectoras de la tristemente fallecida revista LOKA! Y es que su número no dejaba nada fuera. Incluso aparecía un robot que se aserraba a sí mismo como si no hubiera un mañana hasta que al final se transformaba como si nada en Christina Aguilera hacia el comienzo del último estribillo. Todo muy rompedor, vaya.










Otras canciones con grandes opciones fueron el guapísimo israelí con su baladón a lo Jacques Brel y la representante de Azerbaiyán con su power-ballad “Drip Drop”, que era como muy para que Rihanna la interpretara en los EMA Awards, con sus escaleritas retroiluminadas y todo. Su voz estuvo anoche, desgraciadamente, tan asquerosa como la de la Barbadeña, así que, a no ser que los azeríes se hayan montado una trama Gürtel en toda regla para ganar Eurovisión, Safura ha fulminado sus opciones de triunfo a golpe de sosería, a no ser que las cosas cambien, y mucho, de aquí al sábado.



Otra gran favorita, Dinamarca, decepcionó, ya que el cantante tiene el mismo carisma que una botella de vinagre. Sin embargo, si tu tema es un megamix de los éxitos de Police, difícil sería que no te clasificaras. Y tampoco olvidemos a Rumanía, que dio la nota con un tema disco interpretado por una Raquel Bollo y un Luis Rollán sentados a un piano simétrico repletito de LEDs. De hecho, a veces parece que estuvieras viendo Pasapalabra en lugar de Eurovisión, al verlos ahí sentados y con esa cara de chascarrillo. De resto, pasó Armenia, con una versión low-cost de Helena Paparizou, la georgiana Sophia, con su (si, otra) balada ultra-ordinaria y su puesta en escena a lo Glee, una vieja (primero) gloria (segundo) irlandesa con una canción muy como de Eurovisión de antes, y dos sorpresas.



Podían haber sido, por ejemplo Suecia, Lituania o Bulgaria, pero no. Una ucraniana poseída por Evanescence (que a pesar de la chufa que era su tema lo hizo muy bien, y es que nadie daba un dracma griego por ella) y el grupo de Chipre, que tiene menos gracia que "La hora de José Mota".





Por el camino se quedan un grupo Lituano muy guay que defendían un tema a lo Jamiroquai con mucha soltura y mucha reivindicación política, un búlgaro rodeado de maromos semidesnudos con un temita dance que pedía a gritos una final, una mariquita suiza de orejas telescópicas cantándole al oro cual Inma de Gran Hermano, una holandesa destruyendo los esterotipos de modernidad que se suelen asociar a su país con un organillo gigante y el mundo viejuno de Eslovenia.



Y como grandes decepciones no podemos pasar por alto el fiasco de Croacia, con las rubísimas Feminnem volviéndose locas al ritmo de una balada a compás de 3/4 al estilo de San Remo, de estas que te hacen mover la cabeza de un lado a otro, y por supuesto, Suecia, con un tema intimista, precioso, muy radio friendly y muy americano, con una voz ronca y a la vez muy frágil, tanto como su apariencia en el escenario del Telenor Arena. Por primera vez desde 1976 no tendremos a Suecia en una final de Eurovisión, lo cual reafirma todas las teorías de que el fin del mundo se acerca. De momento, este varapalo se ha llevado por delante todas las acciones bursátiles de Converse, ya que ningún escandinavo volverá a comprarse unas All Star rojas como las que llevaba Anna Bergendahl la noche que Eurovisión tocó fondo.





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